Lo dijo Cristina hace unos días: “Los peronistas nunca reprimimos al pueblo”, pero ya lo había profetizado certeramente Nostradamus en el siglo XVI: “En un país austral surgirá un movimiento fundado por un general enemigo de las armas, que les enseñará a los suyos la fórmula de la paz: ‘Por cada uno de los nuestros que caiga, entreguemos cinco ramos de olivo’”.
Evidentemente, una falla geológica en esa tradición de concordia provocó la tragedia de anteanoche en el partido entre Gimnasia y Boca.
La policía perokirchnerista de Kicillof y Berni, que no leyeron ni a Perón ni a Cris, arremetió con balas de goma y gases contra hinchas enardecidos que tampoco los leyeron, uno de los más salvajes enfrentamientos en un estadio de fútbol.
La historia suele tener ese costado perverso: esto pasó a las puertas del 17 de octubre, que conmemora el alumbramiento del PJ como espacio de amor y amistad; involucra a Gimnasia, el club del que @CFK es fan, y mancilla al presidente de la AFA, Chiqui Tapia, hincha de Boca y peronista de ley.
La perversión más cruel sería que a un malvado se le ocurra seguir el partido suspendido en un estadio de la ciudad custodiado por la policía de Larreta.
Si fuera así, por favor, sin vallas.
Gracias a Dios, muy distinto es el cantar en los pagos del sur colonizados por gente disfrazada de mapuche.
Una fuerza federal enviada por el general Aníbal Fernández (nombre de guerra, “la Morsa”) recuperó sin disparar una sola cebita predios que los Con Tierra venían usurpando desde hace años en Villa Mascardi, zona feísima, sin valor alguno, con vista a las aguas turbias del Nahuel Huapi y cercana a la horrible Bariloche; parajes, además, manchados con sangre, porque los mapuches originales hacían turismo de exterminio contra tribus tehuelches asentadas allí.
Las tropas de la Morsa enviadas a retomar Mascardi encontraron un espectáculo desolador: ningún hombre, solo cinco mujeres y tres chicos, y pasamontañas tirados por el piso; eso llevó a pensar que algunos de los árboles circundantes en realidad eran mapus camuflados.
Fueron minutos de altísima tensión, hasta que las mujeres pidieron parlamentar: hicieron saber en su lengua, en su lengua española, que los hombres habían recibido por WhatsApp el aviso de la “invasión argentina”, lo cual les había permitido escapar.
¿Y ellas y sus hijos? Bueno, en el apuro los masculinos se olvidaron de sus familias.
Las mujeres estaban indignadas, no con los masculinos, sino con el Gobierno: “En una oficina deciden venir por nosotros, y en otra nos dicen que rajemos, que vienen por nosotros”.
El parte enviado al Presidente daba una versión distinta: “Frente calmo.
Los árboles son árboles, y las femeninas solo reclamaron una actualización de los planes sociales que reciben”.
En la Casa Rosada se sintieron traicionados por los maputruchos: la idea era que cuando llegaran los federales no encontraran a nadie; esas mujeres allí, puestas de carnada, complicaban todo el operativo.
Hubo que detenerlas e incomunicarlas.
Escándalo: un gobierno peronista reprimiendo a pueblos originarios: ¡a mujeres y niños de pueblos originarios! Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, no lo pudo soportar y renunció.
En una sentida carta, que dejó a medio país llorando, acusó al gobierno de haber cometido en el desalojo “graves violaciones a los derechos humanos”.
Cuando era abogada de Jones Huala, líder de la guerrilla mapu, a Eli le habían puesto un nombre de guerra: “Verbitsky”.
Es probable que un lector incauto tenga dificultades para interpretar estas desavenencias; el lector informado, también.
Me propongo confundirlos un poco más.
El triunfo electoral de Cristina y Alberto fue especialmente festejado por los okupas de Villa Mascardi, que son defendidos en los tribunales e instruidos en insurrección por los montoneros Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja.
El poder se llenó de amigos de la causa ancestral, como Máximo Kirchner, Sabina Frederic, Cuervo Larroque, “Verbitsky” Gómez Alcorta, Horacio Verbitsky, Oscar Parrilli, Rafael Bielsa, Carlos Kunkel, Magdalena Odarda y la legión Vaca Narvaja: Sabino, Camilo, Patricia y Enrique, hijos de Fernando, todos con cargos oficiales.
Funcionarios kirchneristas asisten a los mapus y se suman a sus marchas.
Y funcionarios kirchneristas mandan una fuerza de choque a Mascardi, no sin que antes alguien dé aviso, cosa de que haya fuerza, pero no choque.
Los cruzados de Aníbal informan desde el terreno que la búsqueda de los que usurparon y vandalizaron esos predios “es pasiva: si aparecen por acá, serán detenidos”.
Persecución pasiva: hallazgo con destino de hit en la historia criminal.
Mil disculpas, erré fiero al citar a Perón.
Era así: “Por cada policía peronista que caiga, caerán cinco hinchas de Gimnasia.
Y por los mapuches que escapen, caerán cinco de sus mujeres”.