El 15 de octubre 1992 César Gaviria presidía Colombia.
Ese día se inauguró en Bogotá una gran muestra llamada Ante América: la mayoría de los participantes se convirtieron en las décadas siguientes en verdaderos rockstars del mundo del arte.
Bastará citar a Doris Salcedo, que vende hoy sus obras en millones de dólares y ha producido acciones que causaron revuelo planetario.
El núcleo discursivo de aquella exposición emblemática, conmemorativa del quinto centenario, consistió no tanto en buscar una unidad sino en rescatar problemas locales.
Una tendencia centrífuga en el tratamiento poscolonial de Latinoamérica.
En 2022 se repuso Ante América en Bogotá, bajo la curaduría de Gabriela Rangel, que hasta hace poco tiempo dirigió en Buenos Aires el Malba.
Se lograron recuperar algunas piezas de la vieja exposición y se las ensambló con obras de artistas contemporáneos que irrumpen con nuevas problemáticas.
“Ser de izquierda da fueros” es una frase que se atribuye a Néstor KirchnerUn jueves lluvioso de octubre Rangel me invitó a recorrer la muestra.
La casualidad quiso que estuviéramos delante de la obra Biblioteca del vacío, del artista cubano Reynier Leyva Novo, cuando entró en la sala César Gaviria y se acercó a conversar con nosotros.
La pieza consta de 80 collages montados en tablillas con frases sacadas de libros de historia que el artista encontró en su casa.
Cada collage tiene en algún lugar, como una cicatriz, la palabra emblemática “libertad”.
Gaviria además de ser un hombre muy sofisticado fue secretario general de la OEA durante diez años.
Por mi parte, acababa de tener en Nueva Jersey una reunión con exiliados cubanos y me pareció interesante, dada la obra que teníamos delante de nosotros, contarle la historia de Yoelkis, un albañil de 25 años a quien conocí en esa ocasión.
La prohibición de salida de Cuba solo había cedido en la década de 1980 con el éxodo del Mariel, primero, y mediante el temerario recurso de las balsas, más tarde.
Los “traidores” que se escapaban se exponían a naufragar o ser comidos por los tiburones en el mar.
Cuatro décadas después se operó una torsión táctica.
¿Para qué dejar dentro de la isla a los jóvenes activistas que se manifiestan en las calles contra el castrismo? ¿Por qué no aprovechar esa pulsión emigratoria y organizar un negocio rentable alrededor de eso?Organizan la política como un ethos de sentimentalismo mitológicoEl lema evitista “Donde hay una necesidad hay un derecho” convertido en “Donde hay una necesidad hay un negocio”.
El turismo de volcanes del que me habló el joven Yoelkis en Nueva Jersey es la respuesta: organizaciones muy probablemente paraestatales se dedican a sacar cubanos a cambio de suculentos botines.
Una “Triple A” dedicada a traficar el exilio.
Para viajar en avión hasta Nicaragua les cobran 2700 dólares el pasaje y para viajar por tierra desde Nicaragua hasta los Estados Unidos otros 5500.
En el vuelo chárter que abordó el muchacho viajaban 25 adultos y 3 niños.
Nadie llevaba valija y nadie vio ningún volcán.
Luego el recorrido de diecinueve días por tierra, en taxis, camiones o autos particulares, atravesando Honduras, Guatemala y México, se va haciendo con escalas en casas de familia.
La travesía no está exenta de peligros.
En Cuba los salarios son míseros, de modo tal que es imposible para un cubano afrontar el costo de este traslado, lo que permite inferir que algún familiar pudiente desde los Estados Unidos los financia, por lo cual hay grupos mafiosos que los secuestran en el camino para pedir rescate.
La guerra florida resignificada como caza de exiliados.
Por eso en ciudades como Monterrey los cubanos ya saben que no pueden ni salir a la calle.
El contraste entre mito y realidad suele ser flagrante en los populismosAl llegar al río Bravo tienen que dejar sus mochilas, descalzarse, arremangarse los pantalones y cruzar a pie.
Luego se dirigen hasta la cerca fronteriza y la cruzan por abajo, dado que en la parte superior tiene peligrosas púas, y finalmente llegan a la oficina migratoria de Estados Unidos, donde tienen un tratamiento amigable como refugiados.
En el último año salieron de la isla con este sistema más de 200.000 personas, por lo cual el turismo de volcanes es muy conveniente para la economía cubana.
¿Cómo no se escandalizan frente a tanta miserabilidad los que alguna vez creyeron en el “Hombre Nuevo”?Gaviria nos miró melancólicamente, evocando tal vez la predilección que Fidel Castro tenía por su hija María Paz cuando ella era niña, en los años noventa.
Bastó un breve gesto de su cara.
Hay una frase que se le atribuye a Néstor Kirchner y que resume ejemplarmente lo que ese gesto significaba: “Ser de izquierda da fueros”.
El ajuar incluye a personajes moralmente blindados como el Che Guevara, Fidel Castro, Eva Perón, Juan Perón, Salvador Allende o los comandantes sandinistas.
¿Por qué, si todos estos regímenes han sido disparatados y han sumido a sus pueblos en la pobreza y la falta de libertad, lograron mantener la simpatía popular, el atributo de ser los defensores de los humildes? Nunca consiguen vencer en el campo real, nunca sacan a los pueblos del subdesarrollo, pero romantizan sus fracasos y adquieren una arrogante superioridad ética.
Con meras reivindicaciones simbólicas, entran en el panteón de los héroes.
La contraposición entre el mito y la realidad suele ser flagrante.
El Che Guevara convertido en remera, en boina calada y en el Cristo muerto de Andrea Mantegna, cuando su vida fue un catálogo de malas decisiones, desde querer desmantelar la zafra y asociarse a los chinos hasta ir a pelear a un país como Bolivia que acababa de hacer una reforma agraria; el Che, “progresista”, cuando organizó siniestros campos de concentración para homosexuales.
Eva Perón, convertida en adalid del feminismo cuando fue una gran conservadora que reservaba para la mujer un papel secundario; Eva, convertida en un faro para los sindicalistas cuando iba a romper huelgas de ferroviarios; Eva, revolucionaria cuando era una especie de manzanera de Chiche Duhalde vestida por grandes modistos.
El propio general Perón, “gran dador de derechos” que eligió para exiliarse el Paraguay de Stroessner, la República Dominicana de Trujillo y la España de Franco: ¡nada menos! Salvador Allende, visto como un estadista cuando en muy poco tiempo hizo de Chile un lugar invivible, con filas interminables para comprar pan o papel higiénico.
Los sandinistas a los que Julio Cortázar legó las regalías de sus libros convertidos en tremendos represores que encarcelaron a cuanto opositor se les cruzó y hasta mandaron al exilio a sus grandes intelectuales, incluso viejos compañeros de ruta como el gran escritor Sergio Ramírez.
Daniel Ortega y Evo Morales, que se reivindican como progresistas mientras sus prontuarios abundan en acusaciones de estupro contra niñas indefensas.
Para no hablar de Fidel Castro, visto como un heraldo de la democracia cuando implantó un régimen de partido único, clausuró toda disidencia hasta la absurda humillación del poeta Heberto Padilla y llevó a todo un pueblo a la pobreza; paradójico defensor de minorías que condenó al exilio y la muerte al escritor Reinaldo Arenas y pronunció discursos homofóbicos en foros internacionales; el mismo Fidel que vetó una invitación que el escenógrafo comunista Saulo Benavente dirigió a fines de los años sesenta a Juan José Sebreli, sospechándose que tal cancelación obedeció a su condición de gay.
Hunden a los pueblos en la humillación mientras envuelven sus historias en luchas falsamente heroicas: el cuento edulcorado del antiimperialismo y el eje pueblo-antipueblo como coartada hospitalaria.
Grandes maestros de la manipulación, son incombustibles porque organizan la política como un ethos de sentimentalismo mitológico.
Los populismos, con la estetización de Leni Riefensthal o Fuerza Bruta, nunca son fríos.
A cualquiera que intenta contar la verdad sobre todas estas satrapías se lo etiqueta automáticamente como partidario de Fulgencio Batista, de Anastasio Somoza o de Augusto Pinochet, como si no fuera posible condenar al mismo tiempo ambos tipos de dictadura.
¿Quién dijo que denunciar el desastroso gobierno de Salvador Allende es estar a favor de las operaciones de la CIA o apañar el golpe de Estado y el magnicidio?Suplantar toda la realidad por una prótesis narrativa, convertir la política en mero espectáculo, como hacen los fascismos y los populismos, es un disparate, pero ignorar por completo la épica de la política es un error simétricamente trágico.
No siempre las democracias liberales han cerrado los ojos a los insumos culturales: Hollywood o Disney son buenos contraejemplos.
Sin embargo, en los últimos tiempos y en particular en Latinoamérica quienes buscan oponerse al populismo parecerían haberse desentendido de los símbolos.
Ya sea porque muchos artistas son comprados por los déspotas de izquierda, o porque muchos tecnócratas superficiales creen más en las planillas de Excel que en la potencia de la cultura, a la que juzgan con criterios meramente mercantiles, esta deserción, este repliegue en el plano simbólico ha sido fatal para el republicanismo.
En un almuerzo que se celebró recientemente en Buenos Aires, con la presencia de varios expresidentes, se produjo una amable polémica entre el español Mariano Rajoy y el colombiano Álvaro Uribe.
El primero sostenía que bastaba ganar las elecciones y luego ordenar las cuentas, sin necesidad de competir con los populismos en el terreno discursivo; el segundo controvertía esa noción.
Argüía Uribe, desde una perspectiva vitalista y con toda razón, que si un gobernante no logra que permee en la sociedad un conjunto de representaciones contraculturales que explique la necesidad del esfuerzo, no hay buena administración que sirva.
Más aún, esas gestiones antipáticas terminarán siendo la mejor invitación para que vuelva el desorden demagógico.
Mauricio Macri, que estaba presente en ese almuerzo, hace hoy la autocrítica retrospectiva de haber gobernado olvidando ese flanco epopéyico de la política.
Fue para él un duro aprendizaje.
Lástima que algunos candidatos opositores insistan en pensar la política simplemente como gestión.
Fernando Henrique Cardoso sostenía: “Gobernar es explicar”.
Me permito agregar: explicar es metaforizar, seducir, entusiasmar.
El ensayista mexicano Enrique Krauze, que durante años contribuyó desde la revista Vuelta, que dirigía junto a Octavio Paz, a entender los principios liberales, nos contaba en su reciente visita a Buenos Aires que, siguiendo esta premisa, ha organizado una productora audiovisual dedicada a contar episodios históricos.
Aquí dejamos esa tarea en manos de quienes enseñan que Rosas fue un prócer y Sarmiento un patotero.
Una sátira puede ser infinitamente más eficaz que diez campañas publicitarias.
Una canción, un graffiti, un artículo periodístico o la muestra en un museo pueden desenmascarar a los patanes ideológicos.
Hay un arsenal persuasivo que apunta en esa dirección.
Claro que si cedemos ante los populistas y nacionalistas, con canales enteros de televisión –pagados por todos– abocados a denostar a Roca y Pellegrini, mientras de modo inversamente proporcional promueven las figuras del Che Guevara o de Hugo Chávez, luego no podremos quejarnos de los malos resultados.
Yoelkis trabajando de albañil en Cuba ganaba veinte dólares por mes, hoy por la misma tarea cobra ciento cincuenta veces más en los Estados Unidos.
¿Dónde hay más progresismo? ¿Dónde está la plusvalía que se queda el capitalismo? ¿Dónde está la dignidad que otorgan los populismos de izquierda al trabajador? La tarea de poner en evidencia a los estafadores y demostrar que la democracia liberal es el único sistema que respeta al ser humano en su autonomía no es para meros burócratas.