Una pareja de argentinos pensó en el “charco” que nos separa de Uruguay y creó un acogedor, y exitoso, lugar: “Que sea como un secreto”

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Fuente lanacion 27/09/2022

Los dos crecieron en las típicas familias de clase media de Caballito.

Se conocieron en la infancia, cuando ella tenía 15 años y él 17, por amigos en común.

Agustina terminó el colegio, se licenció en recursos humanos, aunque siempre estuvo muy orientada al diseño.

Hizo diferentes cursos de estilismo de interiores en Marangoni, en Italia.

Ella se llama Agostina Dalle Palle.

El es Pablo Datria, economista egresado de Di Tella, donde también ejerció como profesor.

Juntos vivieron en Estados Unidos un tiempo porque él estuvo haciendo un doctorado.

Aunque exitoso en lo suyo, terminó siendo un arquitecto frustrado, muy interesado en el arte.

El refugio de los fines de semanaLa familia de Pablo tenía una casa en Colonia del Sacramento, en el barrio histórico, ese sitio exclusivo que resguarda un peñón de historia que permite caminar como si los siglos entre el primer asentamiento y hoy no hubieran transcurrido.

La propiedad era un refugio al que llegaban ambos con su hijo León los fines de semana.

Es una casa del 1800, en el casco que es patrimonio de la UNESCO y que da al río de la Plata.

El sitio no puede ser más divino.

Un día se preguntaron cómo un sitio tan mágico no tenía un hotel boutique.

“Chiquitito -dice Agostina-, que sea como un secreto en Colonia, con un pequeño bistró, y que la gente pueda llegar en un barco en 45 minutos y hasta puedan ir caminando desde el puerto al hotel”.

Así empezaron a pensarlo hasta que se decidieron y nació Charco.

Un reducto al que, en verdad llegás en un buque como en un salto desde tu casa a la otra orilla.

En principio era un hotel de 7 habitaciones con un bistró súper súper chiquito, para 30 comensales, pero el proyecto fue creciendo.

“Hoy tenemos una habitación más, piscina, el bistró con más de 100 cubiertos por turno y también tenemos otro hotel que se llama Posada Plaza Mayor, que queda a 3 cuadras de Charco”, explica Agostina.

El arte ha sido una constante en el desarrollo de Charco.

“El proceso creativo fue muy lindo -sigue Agostina-, en nuestros comienzos la familia de Pablo tenía una galería de arte y conocían a muchos artistas”.

Con esa inspiración la pareja fue pensando cada espacio del hotel como si fuese único, como si ninguna habitación fuese igual a la otra y siempre protegiendo el patrimonio histórico.

En Charco hay paredes de piedra que son del 1800.

A ellas las fusionaron con muebles nórdicos y minimalistas super net.

“Fue un proceso creativo largo porque definimos todo, desde las sábanas, las toallas, los colchones, las cortinas, las lámparas; hasta todo el arte que iba a estar allá dentro, pero fue un proceso ultra enriquecedor porque conocimos mucha de gente que nos ayudó.

Fue como como un embarazo del que nació Charco”.

Un alma antigua El sitio entona perfectamente con los aires de la ciudad vieja de Colonia.

Coinciden en la condición mágica de ese destino que hasta el sol se pone de rodillas al fin de la jornada.

El espacio tiene una energía muy linda, positiva, de mucha creación, un servicio súper personalizado.

La pareja trabajó fuerte en crear una experiencia desde que llegás y te saludan con tu nombre, hasta que te alojes en un espacio inspirador, bello, con aroma amoroso y una copa de vino riquísima.

Dormís en una cama espectacular, con sábanas divinas, mientras las olas mansas acarician las rocas ahí no más, donde casi las tocás con la mano desde la ventana.

Bici para andar a ritmo saltarín por los empedrados y perderte en los atardeceres naranja.

Biblioteca colmada de novelas y obras de arte que los huéspedes usan con naturalidad.

Charco es un encuentro con tu casa del otro lado.

Para tirarte en una reposera para pasar el día mirando la calma chicha del Río de la Plata, “es que es un lugar donde podrías sentirte como en tu casa -afirma Agostina— Mucha gente viene para escribir, otros sólo para descansar o caminar sin detenerse”.

Cada rincón está súper pensado e invita a hacer de ese espacio una creación propia de la que apropiarse durante la estadía y relajar la mente.

Productos regionalesUn párrafo aparte merece el restaurante que utiliza productos regionales de Uruguay.

Su chef ejecutivo es Sebastián Araujo, dueño de Mistura en Punta del Este.

Al equipo se suma la hermana de Agostina, Candela, que es pastelera, estudió en el Instituto Argentino de Gastronomía, pero después se especializó en París y en Holanda, de donde acaba de volver.

La consigna siempre es pensar mucho los platos teniendo en cuenta las estaciones, qué productos típicos de Uruguay se pueden conseguir.

“Nuestro estilo es una cocina internacional, uruguayizada”, sentencia AgostinaLa carta de vinos la seleccionó Pablo, porque le encanta ese mundo.

Se dedica exclusivamente a ir a las bodegas, probar todas las cepas y ha logrado una armonía perfecta con la cocina que acompaña todos los platos y los pasos.

La pandemia los determinó a abocarse al turismo interno.

“Nunca cerramos los hoteles y terminó siendo un éxito porque mucha gente de Montevideo, y de otras partes de Uruguay que nunca viajaban a Colonia, terminaron viniendo, conociendo el hotel, y siguen volviendo, se quedaron enamorados de Colonia, de Charco, de Plaza Mayor -rememora Agostina-.

Fuimos creativos y terminó saliendo muy bien”.

a pesar de esa coyuntura, Charco es bastante cosmopolita, con visitantes de Estados Unidos, de Francia, Italia, Alemania; por supuesto brasileños y argentinos.

El horizonte mira al segundo hotel.

Plaza Mayor también es una posada del 1800 que compraron en el 2018 y que con todas las remodelaciones terminaron inaugurando a finales del 2019- “Es un hotel más relajado, también divino como Charco, único, pero sin un restaurante -afirma Agostina-.

Es un lugar un poco más calmo”.

Se les abatatan las ideas en la cabeza.

Bullen sin parar dándose codazos para ser cierto.

Lo más inmediato está puesto en una experiencia especial para Navidad y Fin de año, y en seguir pensando en chiquito de un modo grandilocuente.

Porque el detalle es eso, como la perla que es Colonia: pequeña, valiosa, incomparable y generosa.